Además de actriz, directora y docente, Ana es decana de la Facultad de Artes de la Comunicación de la Universidad UNIACC. Durante su carrera ha recibido diversos premios y reconocimientos, entre ellos Premio Caleuche (Mejor actriz de reparto en cine, 2019), Reconocimiento a la Trayectoria (Festival de Cine Chileno, 2018), Medalla a la Trayectoria (Teatro Experimental de la Universidad de Chile, 2016), Premio Pedro Sienna (Mejor actriz secundaria en cine, 2009), Premios APES (Mejor actriz en comedia, 2005).
Casi sesenta años después de su debut en los escenarios, se percibe el largo camino recorrido, sus palabras y reflexiones denotan a una mujer que más allá de su profesión posee una lúcida perspectiva de la vida y sus avatares, tanto personales como colectivos. A continuación, la entrevista que nos concedió para la edición 57 de Icimag.
¿Qué te motivó a estudiar teatro en una época en que había muchos prejuicios?
Yo creo que nací con el gen del teatro metido adentro, cosa que no tenía idea porque me gustaban las artes desde chiquitita. No es que fuera una artista sesuda, sino que me gustaba ir al cine, mi mamá me llevaba a veces al ballet, veía teatro infantil. Y claro que fue difícil, incluso mi mamá, a quien le gustaban tanto las artes, no estaba nada de convencida de que yo estudiara teatro porque en ese tiempo era más mal visto. Se pensaba que los hombres que estudiaban teatro iban a ser, entre comillas, maricones, y que las mujeres iban a ser un poquito prostitutas y bohemias y se iban a perder, era una carrera pecaminosa.
En estos tiempos sigue existiendo un prejuicio hacia las carreras artísticas, como que te vas a morir de hambre, ¿viste cómo cambió la cosa? Antes era valórica y ahora es económica. Sin embargo, yo no conozco ningún actor que se haya muerto de hambre. Sí te puedo decir que conozco muchos actores que a pesar de los pesares somos felices porque hemos seguido nuestra vocación, es una pasión tan fuerte que tú no la puedes abandonar. Recuerdo siempre una frase de la Bélgica Castro, gran mentora, maestra y amiga, quien decía “Yo soy teatro adicta”, y yo puedo decir lo mismo, que soy teatro adicta, soy arte adicta. Creo que soy una privilegiada, tengo la suerte y la alegría de que mi vocación, mi pasión, es mi profesión y es de lo que he vivido toda mi vida.
¿Qué valores te han transmitido tus maestros?
El respeto, la capacidad de escucha, la capacidad de diálogo, que tiene que existir en el teatro sí o sí. Aunque parezca insólito que lo diga una actriz, también el sentido de humildad, la capacidad de sorpresa, no suponer nunca que te lo sabes todo, siempre hay algo más. También el permanecer siempre alerta y tener una actitud de guerrera, nunca tirarse para abajo, siempre arriba. Pero fundamentalmente el respeto, el comprender al otro, la no descalificación. Eso tiene mucho que ver con cómo tú enfrentas los personajes, porque de pronto te puede tocar hacer un personaje que es muy malévolo, muy terrible, pero tú no puedes actuar el malo sino que tienes que comprender por qué esa persona es así para poder adentrarte en su mundo, en su vida. Entonces, el quehacer de este oficio maravilloso te da los valores que tú necesitas y te los exige.
¿Crees que el teatro, el arte, la cultura en general, tienen alguna función social?
Por supuesto que sí. Yo diría que todo arte, y entendiéndolo bien, todo arte es político. ¿Y por qué es político? Porque siempre tú estás reflexionando y siempre estás con el pueblo, que somos todos. Entonces, las artes, por tener esta capacidad de observación, de ver al otro sin discriminar, son transgresoras, siempre van a estar observando cómo funciona el poder. En general los artistas salimos a la calle, hacemos cosas, decimos cosas, queremos alertar, queremos que la gente reflexione y por supuesto también queremos alegrar. A veces la gente te dice “¿La obra es para reírse?”, y yo muchas veces les he preguntado, en momentos muy difíciles del país, “¿Y usted de quién quiere reírse? ¿Por qué quiere reírse?”. Si estoy viendo lo que está pasando, si estoy inmersa en una sociedad y en un país donde están ocurriendo cosas terribles, no puedo andar de comediante porque sí por la vida. Pero sí voy a tratar de ayudar a que reflexionemos para poder cambiar, y proponer, no solamente quejarse.
¿Cómo es tu metodología de trabajo?
No sé si tengo... Me acabas de hacer una pregunta que me está haciendo pensar... Mi metodología de trabajo es locamente ordenada, además depende, porque por un lado está la actriz, por otro la docente, por otro la decana y por otro la directora, entonces mis metodologías varían acorde a lo que yo haga. En teatro, intento que el personaje nunca vaya de lo externo a lo interno sino al revés, es decir, mi metodología para actuar es primero sentir, saber lo que hay adentro. Si eso te indica que después va a mover un dedo para arriba o va a torcer la cabeza, es porque algo le pasa adentro, no es porque gestualmente me resultó atractivo, eso para mí es una frivolidad.
Como docente trato de escuchar mucho, de compartir y entender que enseñar no es domesticar. Enseñar es un proceso que se comparte y que es difícil en las artes, es bien especial porque te adentras mucho en la esencia del ser humano y tienes que tener muy claro el respeto por el otro porque te está entregando sus emociones, sus sensaciones, partes de su vida y su historia. Está muy desnudo un chico que llega y se entrega a las clases, así como se tiene que entregar el maestro.
Algo que yo les digo a mis alumnos es que, por ejemplo, se quiten los audífonos cuando van escuchando música en la calle y que escuchen la vida, el ruido de la gente, de los autos, el sonido de la música que está sonando en tal ventana. Y lo mismo con los celulares; en mis clases tengo una cajita donde los alumnos dejan sus teléfonos apagados antes de iniciar la clase, porque “nosotros vamos a conversar entre nosotros”, les digo.
Como directora también trato de escuchar lo más posible lo que los actores proponen, porque una puede tener una idea de lo que quiere que sea la obra, pero a veces el actor te sobrepasa, te dice “mira, tengo esta propuesta” y te da vuelta el cuento, te da algo infinitamente más atractivo que a ti no se te ocurrió.
Por eso me gusta mi profesión porque es una profesión colectiva donde no existen las dictaduras, es conversación, diálogo.
Como decana de una facultad, ¿cuál es tu propósito para con la comunidad desde el ámbito que tú gestionas?
Yo diría que el propósito fundamental es que de cada carrera salgan personas artistas comprometidas, con valores claros, creo que esa es la mayor misión con la comunidad. También que sean felices en la vida y que aporten a la sociedad lo que la sociedad va necesitando. Yo diría que en gran parte se ha logrado porque en general se conoce a los que han alcanzado algún renombre de fama por la televisión, sin embargo hay una gran cantidad de profesionales que trabajan en municipalidades, hospitales, en centros como el Sename, en hogares de ancianos, haciendo teatro en todo el país. La gente no los conoce porque cree que el actor estudia para trabajar en la tele y eso no es así, hay misiones muy importantes que cumplir en todos los ámbitos, en todos los rubros.
Es más o menos conocida la inestabilidad que viven los artistas en nuestro país. ¿Crees que con el estallido social de octubre y con la pandemia se terminó de destapar esta situación?
Afortunadamente no está tan invisible. Pasan varias cosas, por un lado se ha destapado que hay una pobreza brutal en nuestro país y que tenemos que hacernos cargo no con mentalidad de caridad, sino con mentalidad Estado. Por otro lado se destapó la precariedad en la que viven algunos artistas, que si bien tenían trabajo lo perdieron dado que se cerraron teatros, se pararon producciones cinematográficas y de televisión, se pararon todas las actividades culturales de las municipalidades. Creo que la sociedad no piensa mucho en que el artista puede estar pasando por malos momentos porque lo que se promueve es justamente esa mentalidad farandulera de que vive muy bien.
A la cultura no se le da importancia en nuestro país, no hay conciencia de que la cultura es realmente la esencia de un país y que salva mucho. La cultura en las posguerra ha sido la que ha salvado a la humanidad, o en las mismas pandemias, por su capacidad de diálogo, de entretener, por su misión de salvar el alma. Chile es un país de mentalidad muy pobre y llevamos muchos años así. En algún momento fuimos un faro de cultura en latinoamérica, venía gente de todas partes a estudiar acá, yo misma tuve compañeros colombianos, ecuatorianos, peruanos, algo impensable ahora. Sumado a los presupuestos tan bajos que se le asignan a la cultura, no se nos han dado los medios económicos, pero el actor ha aprendido de alguna manera a auto oxigenarse, eso es por amor, por vocación y por sentir que se tiene una misión en la vida.
¿Se puede vislumbrar algún cambio o salida positiva?
De que se vislumbre yo creo que no se vislumbra mucho, pero algo va a tener que aparecer y va a tener que ser de parte nuestra no más, con actitud guerrera, con un pensamiento positivo y proponer más que quejarse, ese es mi lema, y ocuparse más que preocuparse.
De repente se cruzan estas pandemias, la pandemia social con la pandemia del coronavirus, y se va a seguir dando porque hay muchas cosas que resolver. Ahora viene el plebiscito, tenemos que cuidarnos todos y el Estado tiene que cuidar a su gente, a su pueblo. La pandemia ha dejado en evidencia que estamos descuidados por todos lados, con el tema de las isapres, de las AFP, de tener que sacar el 10% para poder sobrevivir. Si hemos llegado a esto es porque hemos estado tapando, tapando y parchando y sacrificando gente a un costo muy grande, a través del hacinamiento, de la precariedad. Creo que lo que necesitamos de aquí en más es mucha sabiduría, paciencia, capacidad de comprensión y de lucha, y entender que hay una desigualdad que es perversa, macabra, que estamos viviendo un momento muy apocalíptico en todo sentido. Es decir, ya topamos, no da más, por eso tenemos que pelear y pegarnos una reflexión muy grande.
¿Qué diferencias o similitudes hay entre la Ana que interpretó a Antígona con 22 años y la de ahora que tiene 71?
El amor por la profesión es el mismo, cada vez más grande. Yo creo que la Ana de ahora es un poco más humilde que la de antes, porque era más joven y decía “yo me la puedo”, y ahora me lo tomo con más calma pero sigo aceptando los desafíos. Es la misma Ana pero más vieja no más; una no tenía arrugas y la otra tiene arrugas.
Lo otro, es que cada vez que me dices Antígona yo no pienso solamente en Sófocles, sino que pienso inmediatamente en Víctor Jara que fue el director de la obra. Imagínate a esa Ana con Víctor dirigiendo y a esta Ana ahora con un director mártir. Ha pasado mucha agua bajo los puentes, es una Ana que nunca se imaginó una dictadura en Chile y esta Ana que ahora pisa más cautelosamente.
¿Hay algún rol que no hayas hecho nunca y que quisieras hacer, o no tienes ese rollo?
No tengo el rollo pero sí me gustaría hacer muchos roles que no he hecho y algunos que ya no puedo hacer porque se te va pasando el tiempo; sería absurdo que yo te dijera que quiero hacer la Julieta de Romeo y Julieta. Pero siempre hay roles que me gustaría hacer, por ejemplo Isabel de Inglaterra, María Estuardo, algunos Lorca, aunque por otra parte siempre vienen roles maravillosos para que uno haga. Acabo de hacer una obra maravillosa que se llama Mi hijo sólo camina un poco más lento, nunca me imaginé que iba a tener en mis manos un rol tan lindo como ese. También acabo de actuar en otra obra con Alejandro Sieveking que se nos fue hace poquito, Todos mienten y se van, en un rol también espectacular.
Siempre hay roles que te sorprenden, entonces una cosa es que uno quiera hacer tal rol pero a lo mejor no es bueno porque uno tiene un preconcepto del papel que le gusta. Por ejemplo, ¿por qué quiero hacer yo la reina de Inglaterra? No es porque me crea no sé qué, es porque la obra está muy bien escrita, porque es un desafío.
También actuar con gente joven me encanta. Hace poco actué en la obra de Pablo Green El desmontaje de los Pereira y fue espectacular para mí, porque al comienzo yo no entendía lo que estaba haciendo, por el ritmo, por la dinámica, el sentido del humor distinto y una cosa desacralizada que tenían ellos. Eso fue un desafío increíble porque yo andaba por el carril de los años que tengo y ellos por el carril de los años que tienen, una locura. Otra obra maravillosa que hice, con María Canepa, fue Buenas noches mamá, una de las más importantes que me ha tocado actuar en mi vida y que ganó un premio Pulitzer
Se me quedaron unas cositas en el tintero este año por el coronavirus, esta monarquía virulenta como le digo yo. Pero eso no significa que no lo vamos a hacer, se postergó no más y seguramente volveremos con mucha más energía, con una energía que hemos guardado todo este tiempo.